top of page

Mi experiencia con la meditación, ¿entiendes realmente qué es el mindfulness?

  • Foto del escritor: Ágora psicólogas
    Ágora psicólogas
  • 11 abr 2018
  • 6 Min. de lectura

Escrito por Mª Ángeles Infante Castro.


Hace ya un tiempo que se puso de moda este término aunque lo cierto es que se trata una práctica que no resulta nada novedosa a muchas personas que viven y han vivido estando conectadas a sí mismas, porque lo cierto es que el mindfulness o atención plena no es más que una forma de meditar.

Pero sus bases que parecen tan sencillas de explicar “estar atento, en el momento presente, darse cuenta” resultan dificilísimas de aplicar en nuestro día a día, ¿por qué?

Porque no nos han enseñado a PARAR.

En nuestra sociedad se premia la abundancia, la productividad, el tener más y mejores cosas, el conseguir puestos más altos, mayores responsabilidades e incluso mayor número de seguidores en redes sociales, es por esto que no nos permitimos detenernos a contemplar las cosas que hacemos durante el día, y acabamos haciendo las cosas de modo automático, dejándonos arrastrar por la gran cantidad de estímulos distractores que hay a nuestro alrededor y olvidando lo más importante: a nosotros mismos.

Y esto que nos suena tan abstracto podemos verlo con ejemplos sencillos.

Si te preguntara ahora, ¿cuál es tu forma de comer? Seguramente tendrías que pararte a pensarlo, puede que incluso nunca te lo hayas preguntado porque puede que incluso nunca hayas prestado atención a cómo lo haces.

¿Masticas más con el lado derecho o con el izquierdo? ¿Te has fijado alguna vez en los movimientos de tu lengua mientras estás masticando la comida? ¿Te has fijado alguna vez en cómo bajan los alimentos por la garganta hasta llegar al estómago?

¿Al caminar mueves los dedos de los pies o estos permanecen rígidos? ¿Qué parte de tu cuerpo suele tensarse más?

Difícil ¿verdad? Claro, apenas te has parado a observarte…

Y ahora, puede que te estés preguntando, y esto de pararme a observar, ¿de qué sirve?

Mi respuesta va a ser clara, pruébalo. Y no porque no quiera ponerme a escribir las innumerables ventajas de “ser conscientes”, que las hay y puedes encontrarlas en mil artículos en google, sino porque hasta que no experimentas lo que se siente al estar conectado contigo no vas a entenderlo. Es como si tuviera que explicarle a una persona lo que se siente al estar enamorado, hambriento o soñoliento cuando jamás lo ha estado.

Y esto lo sé porque yo misma lo he experimentado y hoy, quiero contarte mi experiencia, por si te sirve para despertar la curiosidad de querer conocerte y abrirte a sensaciones nuevas.

Durante mucho tiempo me interesé por la meditación y el mindfulness, como psicóloga tenía claro que era una práctica imprescindible e intentaba practicarlo, pero cada vez que lo intentaba me aburría y me frustraba al no conseguir “dejar de pensar” (que era lo que yo entendía que tenía que buscar) hasta que un día, me di el permiso de parar, respiré hondo y observé como estaba mi cuerpo en ese momento.

Recuerdo que fue una mañana que me encontraba algo ansiosa y me pregunté a mi misma qué me pasaba. Al principio empecé a darme explicaciones racionales sobre lo que podría sucederme: “Estoy cansada del trabajo, claro si es que no paro, este fin de semana ha sido muy intenso además, no he tenido tiempo de descansar y luego la casa, mi familia…puf, es normal que esté así”.

Pero ese día en lugar de quedarme ahí, me quedé pensando:

- Sé que la ansiedad es un aviso, ¿qué me quiere decir mi ansiedad?

Y ahí fue cuando me senté en el sofá y respiré hondo, cerré los ojos y empecé a prestar atención a mi cuerpo. No me había dado cuenta de que tenía el cuello encogido, lo estiré, puf que alivio, después me fijé en mi postura algo rígida, me dejé caer y después fui recorriendo con la atención el resto del cuerpo dándome cuenta de que nunca me había parado a pensar por ejemplo, en cómo se sienten las rodillas, que extraño.

Y después de un rato recorriendo mentalmente mi cuerpo en busca de cosas nuevas en las que nunca había reparado, abrí los ojos y lo sentí.

Me viene la palabra paz, serenidad, tranquilidad, pero creo que con palabras no podría definir lo que sentí, lo único que tenía claro en ese momento es que yo quería estar en ese estado siempre, quería sentir eso todo el tiempo y ahí fue cuando me di cuenta de lo que mi ansiedad me estaba pidiendo. Solo necesitaba parar, unos minutos pero parar, conectarme conmigo. ¡Bendita ansiedad que me hizo darme cuenta de esto!

Para mí el impacto fue tal que quise mantenerme así el máximo tiempo posible. Recuerdo que ese día no hice nada salvo estar conmigo y procurar no dejarme llevar por las cosas que tenía que hacer. Me sentí afortunada porque no todos pueden permitirse el lujo de pasar el día “explorando” pero mi descubrimiento me había dejado tan asombrada que necesitaba seguir experimentando esa sensación y sobretodo buscar la manera de mantenerla.

Coloreé mandalas, escuché música, cociné, me tumbé en el sofá…y todo lo que hice intenté hacerlo atendiendo a todas las sensaciones que iba teniendo y sobretodo y lo más importante, las hice de una en una, intentando mantener la concentración solo en lo que estaba haciendo. Recuerdo que tardé en comerme una manzana 1 hora y media…y ¡no me desesperé!!! Si me lo hubiesen dicho un día antes no me lo habría creído, ¡Yo!, que iba acelerada a todos sitios, que me ponía enferma con la gente lenta, que me aburría con facilidad…parándome a comerme una manzana con atención, aún me suena absurdo.

Pues ese día me dejé ser una exploradora de sensaciones y puedo decir que cambió mi forma de estar en el mundo.

Hice cosas que solía hacer diariamente pero prestándoles atención, nada más, y por supuesto aparecían pensamientos continuamente pero yo lejos de frustrarme por no poder mantener la atención, me reía cuando me descubría pensando de nuevo en lo que tenía que hacer al día siguiente, lo que he me había dicho no se quién…y volvía a centrar mi atención en aquello que estaba haciendo.

Creo que la clave fue darme cuenta de que tenía pensamientos pero no dejarme arrastrar por ellos. Mi intención era en todo momento no dejarme distraer por mis pensamientos y centrarme solo en lo que estaba haciendo en ese momento.

Y así fue como aprendí a parar. Parar de pensar en mil cosas a la vez para disfrutar de cada tarea por separado, de una en una. Y esto es lo que me hace estar conectada.

Me encantaría poder deciros que es fácil, pero no lo es. Hay muchas veces que mi preocupación es tal que no soy capaz de apartarla, ahora en mi día a día sigo distrayéndome y pensando en mil cosas pero he aprendido a hacer las cosas de una en una y sobretodo a detenerme.

Ese día, después de experimentar esa sensación tan placentera, tuve miedo de salir de nuevo al mundo y que se me olvidara como era sentirse así, que las obligaciones del día a día me sacaran de ese estado y me volviera a olvidar de mí, porque os digo que cuando sientes esa paz, te extraña haber podido vivir tanto tiempo tan fuera de ti.

Afortunadamente no ha sido así, porque no se trata de no hacer nada y estar relajado como flotando en tu mundo interno, sino de tener esa consciencia de saber dónde y cómo estás en cada momento. He aprendido que MEDITAR, no es relajarse, es conectar, y que puedo estar conectada mientras hago otras muchas cosas, aunque esto, reconozco, cuesta más, y primero hay que aprender a detenerse y observar.

Durante mucho tiempo intenté meditar, me sentaba en una postura cómoda e intentaba fijarme en mi respiración. Apenas conseguía concentrarme, me ponía nerviosa atender a mis latidos, me aburría y no disfrutaba ese momento en absoluto.

Después de probar varias formas de centrarme en mí, he descubierto cuál es la manera de meditar que mejor encaja conmigo, la que más sencilla me resulta para sentir ese estado de conexión y me encanta porque consigo disfrutarla.

Ahora mis días transcurren de la misma manera que antes pero me tomo algunas actividades diarias, como las comidas, mis entrenos o mis momentos de descanso para estar presente y atender solo a las sensaciones en las que estoy en ese momento.

Son mis momentos de conectar y para mí son absolutamente imprescindibles. Recupero la energía y vuelve la paz.

Simplemente elijo algunas actividades para hacerlas con atención plena y disfruto de ese parar.

Hay días en los que me siento más conectada y días en los que me vuelvo a dejar llevar por la rutina de pensamientos y quehaceres, pero siempre encuentro un momento para SOLO colorear, SOLO escuchar música, SOLO escribir o SOLO comer.

Y simplemente esto es lo que te animo a hacer, elije una actividad que tengas incorporada en tu día a día y hazla con atención plena. Aparecerán miles de pensamientos y es bueno que te des cuenta de que una cosa eres tú y otra tus pensamientos, así que cuando aparezcan simplemente piensa: “Pensaré después”, y vuelve a centrar tu atención en lo que estés haciendo, te aseguro que con esa parada descubrirás un cambio en ti que querrás mantener siempre.

Mucho ánimo, recuerda que la repetición es la base de todo aprendizaje.


ree

 
 
 

Comentarios


Dirección

C/ Nueva de San Antón, 6 (Granada)

C/ Ermita, 12 (Maracena)

Tlf: 666140914

Tlf: 644341883

agorapsicologas@gmail.com

Encuéntranos
bottom of page